Caligrafías visuales

por Ramón Cuadra Cantera
Escultor, docente de la Universidad del Trabajo del Uruguay

La línea instantánea sin reflexión, como una grafía involuntaria, dispara el dibujo de Raquel Barboza. La reflexión viene después, cuando el entramado de puntos y rayas sutiles se amalgaman, se dispersan y se arman, construyendo un orden legible.

Puntos que se vuelven líneas, manchas que se deslizan sobre ellas, que se entrometen en las cavidades de los espacios, que punzan con un pequeño toque de color, calidades de texturas, juegos de ritmos que se convierten en un imaginario de seres fantásticos unas veces o deliberadas expresiones otras. Un tiempo en movimiento, donde la luz cuenta en el hacer de la línea y la línea se apoya en el punto y el trazo da caligrafías visuales que identifican a esta artista que desarrolla su creación con la responsabilidad de los que saben que el arte encierra misterios y que éstos abren caminos para que puedan ser transitables, personales y vividos.

Juega muchas veces con otros materiales tratados con colores, (acuarelas, caobina, nogalina) texturas, cortes, etc., fusionándolos con una delicadeza que hace a la calidad de sus trabajos, logrando transparencias y modificando epidermis.

Incorpora el plano de papel (de un papel, que siempre es de muy buena calidad) sacándolo de su condición de “sostenedor” de la línea y dándole el sentido de lugar. Lugar donde crecen esos arrebatos de trazados, ciudad donde viven habitantes extraños, formas de líneas curvas o entrecruzadas que se unen en sonoridades gráficas de tiempo, que explota en rítmicas cadencias; porque su obra tiene ritmo y tiempo determinados, donde antes que nada prima el dibujo como dibujo, sin anécdota, sin golpes de búsquedas predeterminadas, sino con hallazgos y aciertos de cazador experimentado.

Estamos, sin lugar a dudas, frente a una artista de indudable preparación, que supo incorporar lo mejor de las enseñanzas de sus maestros, (Nelson Ramos, Guillermo Fernández, Fermín Hontou) y aunque éstos parecieran antagónicos en su lección, incidieron en la búsqueda de una identidad estética.

Sin nada que pueda perturbarla en su necesidad de crecer, con un lenguaje que le es propio, puede darse el lujo de hacer que sus creaciones, sirvan para la etiqueta de una botella de vino, dándole al apetitoso néctar el gusto visual, o que acompañen textos poéticos como los de Ricardo Pallares en el libro Antárticos donde se fusionan palabra e imagen y donde se aprecia la libertad en la interpretación, pudiéndose leer el texto en lo poético o en lo plástico y llegar a lo profundo de ese mundo, hermético y cercano a la vez..